Cuando yo era pequeña, pasaba los veranos en casa de mi abuela, en un pueblo rozando con León.., los días eran largos y secos, y las noches calurosas y húmedas, mi vecina y yo..pasábamos las tardes jugando despreocupadamente, nadie nos vigilaba, no había conciencia del peligro.., lo mismo nos bañabamos en el río sin miedo, como nos subíamos al bosque cercano..., recuerdo tan nítidamente los olores!!!...el olor del asfalto mojado despues de un chaparrón veraniego...el olor de la hierba recién cortada..., hasta ahí todo más o menos normal, como la infancia de cualquiera.., pero justo delante de casa de mi abuela, había una residencia de ancianos..y en la parte de atrás tenían una pequeña y siniestra salita...en la cual mi amiguita y yo..nos colábamos..
Como éramos muy niñas, no alcanzábamos a ver lo que había encima de aquella mesa rara..asi que aprovechando que no había nadie, cogimos una silla , nos subimos y así, pudimos ver que era aquello tan extraño..
Era un ataúd, con un anciano dentro.., en realidad aquella sala era una especie de velatorio para los internos, que dada su edad y su estado físico, siempre estaba ocupada .., nos llevamos un buen susto! no entendíamos nada, aunque no éramos tan bobas como para no saber lo que aquello significaba..
Como aquellas pobres almas, no tenían familia, ni amigos, en aquella sala, siempre estaba un ataúd solo, nadie nunca los velaba..
Empezamos a ir de continuo, y a observar las distintas caras...algunos llevaban un pañuelo atado a la cabeza (supongo que para que no se le abriese la boca) dándo una impresión de muerto con flemón incorporado, que resultaba bastante chocante.., otras veces les ponían un vaso entre el mentón y el pecho, presumiblemente para conseguir el mismo efecto..., en realidad ya de mayor llegué a la conclusión , de que a aquellas monjas, les importaba un bledo, el aspecto tan ridículo que el finado o la finada, tuvieran en el último día que les quedaba en la residencia.
Ya os digo que nosotras nos lo tomábamos como un juego, al fin y al cabo la puerta estaba siempre abierta, y nunca había nadie..hasta que un día una monja, nos pilló en plena observación del cliente del momento...y lógicamente nos echó con cajas destempladas...
Bueno, viendo estos recuerdos infantiles...a alguien le extraña ya, mi desequilibrio mental? Ja ja ja..
por lo menos tienes cosas que contar,que no es poco
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